Momento de coronar la subida al Puntal de l'Aljub. Fin de la carretera.
Un buen día entre semana, estando sentado cansinamente en mi butaca de oficinista, recibo la noticia de que se nos convoca a todos los co-workers, tan oficinistas y hastiados como yo, a una reunión extraordinaria en la sala de juntas. ¡Al fin pegó el petardazo este cúmulo de despropósitos! Pienso para mis adentros, vamos a bajar la persiana. Pero no, seguimos en la brecha y la reunión es para informar de un cambio en los horarios que hacemos en nuestros cubículos – escritorio, en esa sucesión de días de la marmota que algunos se empeñan en llamar vida laboral en el “estado del bienestar”. Las cabezas pensantes aquí reunidas han llegado a la conclusión de que los viernes por la tarde no se produce. ¡Aleluya! Se ha descubierto la bomba atómica. Se cambiarán las horas de los viernes por la tarde por horas de vacaciones. Las cabezas pensantes, sin sospecharlo, han propiciado una nueva era de salidas ciclistas, para los viernes por la tarde. Aunque sea con la boca pequeñita, he de exclamar, ¡hurra por las cabezas pensantes!